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La bendición de ser tomados en serio

El fútbol de Estados Unidos ha cambiado con el tiempo, pero poco a poco sigue sumando fanáticos. Desde los años 70' hasta la actualidad, pasando por Beckham y aterrizando en Pirlo. La historia de una liga que sigue creciendo. 




La Major League Soccer puede parecerse, en un análisis vago y lejano al campo del fútbol, al niño rico, malcriado y consentido que por consecuencias financieras favorables logró adueñarse de muchos de sus objetivos, pero que justamente debido a ese factor monetario creador de su realidad, no logra ser tomado en serio por sus pares más trabajadores, experimentados y empapados en la materia en la que busca adentrarse.

Y es que la MLS, o liga de fútbol estadounidense para los amigos, proviene de un país acostumbrado a ser protagonista de las diversas facetas de la historia contemporánea, pero que jamás logró acercarse a la gloria en el deporte más convocante de nuestro planeta: el que se juega con la redonda al piso. Es esa cuenta pendiente para las cabezas del país norteamericano. Estados Unidos, exceptuando el primerizo Mundial de 1930 (tercer lugar), jamás superó los cuartos de final de la Copa del Mundo. Ningún equipo estadounidense tuvo éxito en sus respectivas incursiones coperas fuera de su continente natal. Escasos jugadores de aquellos lares pudieron superar el mote “del montón”. Y los que lo lograron, fueron alcanzando reconocimientos menores en sus equipos.

Es la vitrina vacía en el estante para trofeos que reposa en la cabeza de cada CEO, jefe, businessman, dirigente o coach que lleva a cabo el proyecto de la Major League. Pero donde estamos posicionados actualmente en esta historia, mientras usted lee estas líneas, es en una de las últimas páginas del relato de la MLS, que hoy nos muestra en sus filas una realidad craneada hace ya años. Para comprender mejor este caso, debemos partir este bloque informativo en tres porciones: El antecedente, el proyecto y la solución.

El Antecedente

Música disco, Taxi Driver, Elvis Presley, Guerra de Vietnam, Watergate, El Padrino, Jimmy Carter… Los años '70 eran una travesía indescriptible para los Estados Unidos a nivel social, político y cultural. Y mientras las melodías, el cine, la guerra y la política envolvían en forma de Breaking News, fuegos artificiales y malteadas de fresa a una generación de norteamericanos, el fútbol estadounidense comenzaba a sentar bases en el interés general y veía cómo su séquito de fanáticos se acrecentaba, motivados por la atracción cada vez mayor en torno a la Copa del Mundo, puntapié inicial para el arribo de la semilla futbolera en el suelo de las franjas rojas y blancas.

En 1968 se establece la North American Soccer League tras un año previo de un experimento de dos ligas en simultáneo (una oficial reconocida por la FIFA y la otra amateur y televisada) que abrirían cancha a la NASL mediante su fusión. Desde el génesis, se apeló a un modelo aplicado a diversas disciplinas deportivas en EEUU: la showtimemización de un partido, por más sencillo que sea, para que más allá de que la pelota entre en un arco o en otro, se trate de un espectáculo que complazca televidentes (no fans, sino, insisto, televidentes) y deje bien engordados los bolsillos de las cadenas televisivas masivas.

La experiencia pionera del fútbol profesional fue un éxito en Estados Unidos. Un éxito comercial, es cierto. Pero logró instalarse en la agenda noticiosa nacional, fomentó enormemente el interés respecto a aquel deporte en el país y atrajo a figuras de la talla de Pelé, Eusebio, Best y Beckenbauer a quemar sus últimos cartuchos en la novedosa NASL.

La realidad también es que ese aura de mecanismos del Super Bowl aplicados al soccer yankee, publicidades con fotografías tomadas de cámaras con rollo, transmisiones de CBC News inmortalizadas en VHS, jugadores jóvenes becados desde diversas high schools, césped cintético, aspecto general con tintes salidos del indoor y esa inexplicable referencia visual a algún film norteamericano de los '70 u '80, le dió a la North American Soccer League un aspecto de culto a lo largo de los años. Pero al ser su corazón portador de venas puramente comerciales con escasos rastros de pasión ante el fútbol, su caída fue efímera y su final abrupto. En marzo de 1985 dejó de ser un producto rentable para las emisoras de televisión y el show, por más bello que haya sido, llegó a su fin. Pasarían a la historia el New York Cosmos, Los Angeles Aztecs, Philadelphia Atoms, Miami Toros, Detroit Express y tantos otras escuadras con nombres exquisitos para un cereal para el desayuno, un restaurante de comida rápida, una empresa de entrega de enmiendas o un número de baile en algún teatro. Pero no, eran equipos de fútbol, más allá de los billetes y el mercado que movían bajo sus botines.

El Proyecto

El Mundial de 1994, disputado en suelo estadounidense, marca un antes y un después en esta historia. Como requisito para asentar bases en aquel país, la FIFA deslizó la necesidad de que se estableciera una liga local oficial y reglamentada. Los popes yankees pusieron manos a la obra y en diciembre del '93 dieron a luz a la Major League Soccer. El motor financiero de la MLS, sustentado desde bolsillos de emprendedores, magnates y empresarios del deporte, fue la gran razón por la cual aquella liga se mantuvo durante sus primeros años de vida: construcción de estadios de primera generación y equipamiento deportivo de diversa índole para los equipos participantes fueron motivadores administrativos claves.  Pero también influyeron los resultados deportivos de la selección estadounidense (trepó a cuartos de final del Mundial del 2002, hito destacable en este relato) y la expansión del gusto por patear la pelota a lo largo de diversos estados (incluso los de la generación del '90 debemos recordar algún partido de FIFA 05 disputado con algunos de esos ignotos conjuntos de la liga estadounidense con los cuales contaba el juego).

Punto y aparte de ciertas mutaciones entre equipos, sumado a desapariciones de escuadras y fusiones de conjuntos, el campeonato se fortalecía mediante las presencias de Los Ángeles Galaxy, Columbus Crew, DC United, Colorado Rapids, New England Revolution, Houston Dynamo y otros partícipes del espectáculo. A nivel país, Bill Clinton dominaba en los '90, Bush hijo se establecía en el poder robando una elección en el 2000 y el 9/11 estremecía a una nación entera. Mientras tanto, el balón seguía rodando.

Había cierta aura de monotonía, desinterés y lejanía a las corrientes importantes del fútbol mundial entrado ya el Siglo XXI, la cual se ocultaba ante la contratación de leyendas del fútbol latinoamericano como Marco Etcheverry y Carlos Valderrama, quienes desarrollaron papeles de suma importancia en la potenciación del torneo norteamericano. Sin embargo, la tentación de caer en el ostracismo estaba presente en los pasillos de la MLS.

Lentamente comienza a aparecer una ramificación del matrimonio empresarial-futbolístico que entrañaba los estadios en los Estados Unidos. Diferentes corporaciones y sociedades anónimas buscaban expandir sus pretensiones más allá de la cabeza administrativa de la MLS, para sumergirse en la de los equipos. Así nacen, por un lado, el Chivas USA (filial del Chivas de Guadalajara mexicano) y por el otro el New York Red Bulls  (ex MetroStars, refundado bajo un nuevo nombre tras ser adquirido por la compañía austríaca RedBull). Empiezan a esbozarse ideas en base a una nueva forma de comercialización de futbolistas que le dé un empujón de nivel al decaído soccer. Estados Unidos cumple un pésimo papel en Alemania 2006. La fase primeriza del proyecto estaba más que terminada, y una innovación era necesaria.

La Solución

Lejos quedaban los años de fútbol amateur bajo el ala de la NASL. El período de “oscuridad” entre mediados de los '80 y comienzos de los '90 estaba nadando en el olvido. Los años pasivos y primerizos de la MLS buscaban cobrar cierta dinámica que lo propulsara en el fútbol (y en el mercado) a nivel internacional. Y apareció, casi descendida del cielo (¿de un paraíso fiscal?)  la palabra “Franquicia”. Y en ese momento, todo cambió para siempre (?).

¿Qué gira en torno a la palabra “franquicia” y qué mecanismo empleó exactamente la MLS para fortalecer sus filas? Hasta el año 2007 existían estrictos topes salariales para las escuadras de la liga, los cuales eran una piedra en el zapato a la hora de atraer estrellas. Los únicos exceptuados eran contados jugadores del equipo nacional. Pero con el boom de marketing que acarreaba la posible llegada de David Beckham a la Major League Soccer, una excepción debía reverse para no desaprovechar la ocasión. Y esa excepción se transformó en ley: los equipos pueden fichar jugadores cuyos contratos estén excluidos de la regulación-tope. Aquellas incorporaciones que cumplan con este factor, obtendrán el mote de “Jugador Franquicia”.

Ufff, franquicia, que palabra exquisita. No existe manera no refrescante de pronunciarla.

Y el círculo productivo comenzó a rodar de manera intensa en la liga estadounidense, ya que Beckham fue un pionero secundado a posteriori por Juan Pablo Ángel, Guillermo Barros Schelotto y Cuauhtémoc Blanco. Con una base monetaria, futbolística y administrativa fortalecida, los popes de la MLS salieron a conquistar el mercado europeo. Fue un proceso lento y tardío. Mientras en cuanto a players de Latinoamérica, las transferencias evolucionaban positivamente (pasaron de arribar futbolistas ya consagrados para quemar sus últimos cartuchos a jóvenes promesas en busca de oportunidades de titularidad, léase Matías Laba, Mauro Díaz o mismo Ignacio Piatti), las altas provenientes del Viejo Continente eran escasas debido a la riesgosidad de una apuesta en una liga que dejaba entrever posibles pérdidas de prestigio ante el exceso comercial.

Pero los prejuicios, ciertos o no, fueron vencidos. El primer gran paso fue la contratación del astro francés Thierry Henry, quien buscaba un cambio de aire en su carrera tras una etapa en el Barcelona con más grises que alegrías en lo personal. El artillero vistió la casaca del New York Red Bulls. Fue consecuente el irlandés Robbie Keane, quien arribó al Galaxy en 2011. Años más tarde, David Villa confiaba una nueva faceta de su trayectoria en el iniciador conjunto de New York City FC. Y este año, las tres contrataciones estelares que marcan un antes y un después en la MLS, de aquí a la eternidad: Andrea Pirlo, Frank Lampard y Steven Gerrard. El primero y el segundo, partieron hacia el New York. El tercero, rumbo al Galaxy. 

Estas transferencias que incluyen a símbolos del trato a la pelota son parte de un contexto por el cual también circulan Obafebi Martins, Kaká y el consagrado atacante italiano Sebastián Giovinico, de 28 años, quien engloba el nuevo objetivo de los líderes empresariales de la Major League: que los jugadores vengan a buscar suerte en el clímax de su carrera, cuando el retiro aún es una lejana posibilidad.

Esto es lo que la MLS tiene para ofrecernos. Hoy en día, algunos partidos son televisados por cadenas de renombre. Es una liga, pero ante todo un mercado, y su objetivo es expandirse, seducir y alcanzar nuevas metas monetarias. Está más cerca de la Revista Forbes que de la entrañable Solo Fútbol y es difícil que nos toque alguna fibra del corazón ante tanta táctica financiera empañando retazos de fútbol. Pero allí está, intacta, viva y lúcida. La liga estadounidense por ahora es atractiva hacia nosotros cuando debemos elegir un equipo en algún videojuego de turno. Nos ahorró el trabajo de editar escuadras, ya que ahora tenemos a Pirlo y Lampard en el mismo equipo.

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